Desde hace ya un par de años llevamos desarrollando, conjuntamente con Peñascal S. Coop y el Consorcio de Educación Compensatoria, el programa Bideratuz, dentro del Centro Educativo San Mamés.
La experiencia de este tiempo nos han permitido desarrollar ciertas intuiciones que creemos pueden ser escalables, y que nos apetecía compartir para fomentar la discusión, la reflexión y el análisis.
Estos dos años de proceso como centro educativo terapeútico nos han hecho plantearnos sino será la articulación de un espacio híbrido educativo terapeútico una condición de posibilidad para que pueda darse un auténtico proceso de enseñanza aprendizaje con el perfil de alumnado de Complementaria, dentro del Centro Educativo San Mamés.
Y es que, si dibujamos un perfil tipo de alumno o alumna de este tipo de programas podremos establecer las dificultades en relación a las figuras de apego, ya en edades tempranas, como factor común a no pocos de estos alumnos y alumnas.
Esta circunstancia muy probablemente se halle en la base de no pocos diagnósticos de TDAH, de problemas en la vinculación con los centros, de los conflictos con la autoridad, casos de violencia entre iguales, consumo de sustancias,… ya que en todas estas situaciones se expresa un malestar de manera conductual en los contextos donde principalmente transcurre la vida de estos niños/as y adolescentes como son la escuela y la familia.
En este sentido, y para corroborar esta hipótesis llevamos a cabo a principio de curso, conjuntamente con el Master de Intervención Social de la Universidad de Deusto, sobre el tipo de apego que presenta este alumnado, para poder ir afinando nuestra hipótesis y métodos de trabajo.
Nuestra intuición es que si logramos integrar los polos educativo y terapeútico dentro de la labor cotidiana del Centro a través de un equipo multidisciplinar que genere una cultura en base a estas claves, lograremos una reducción efectiva de los índices de absentismo, una mayor satisfacción con lo formativo y un aumento en los índices de personas que continúan sus procesos formativos.
En este sentido, creemos que es importante valorar y validar a la escuela como importantísimo espacio para la Salud Mental. Encontramos una respuesta en el trabajo desarrollado por Enric Bolea[1] para alumnado con dificultades de regulación del comportamiento, en el cual apuesta por la labor de la escuela a favor de la salud mental del alumnado y de la importancia de integrar espacios psicosociales para enriquecer la acción educativa.
Este autor hace una apuesta decidida por la escuela como espacio de encuentro entre diferentes (profesorado, alumnado y familias ) y de gestión de la convivencia con una mirada puesta en el alumnado con dificultades de regulación del comportamiento, entendiendo éstas como dificultades a abordar por el propio centro educativo en su conjunto.
Para ello es necesario entender el centro como una poderosa herramienta de socialización, desde parte el trabajo coordinado entre profesionales especializados de la salud mental, profesorado y familias que posibilite entender este tipo de comportamiento como una puerta de entrada a lo que el alumno o alumna están expresando y demandando.
El potencial de esta integración entre lo educativo y lo psicoterapeútico sienta su base en la capacidad de generar un mayor nivel de coherencia en las intervenciones y de poder afinar y contrastar mejor las propuestas de intervención con cada alumno y alumna. De este modo, ambos polos de la intervención se ven potenciados: el espacio educativo aumenta en eficacia en la medida en que pueden realizarse intervenciones atendiendo al sentido del comportamiento que se está dando en el contexto de clase o del taller, y el terapeútico se enriquece en el sentido en que toda situación que se de en el centro es susceptible de ser acompañada y contrastada para ser leída en términos de crecimiento personal, incorporando además las percpeciones del profesorado, la propia percepción de los comportamientos en la vida del centro, etc…
Esta modalidad de “espacios híbridos” de intervención nos ha permitido encuadrar de forma más efectiva el acompañamiento del adolescente.
Creemos que existe además un acomodo teórico y práctico dentro del denominado “espacio sociosanitario” donde podamos asistir a la salud mental del colectivo adolescente dentro de espacios que habitualmente correspondían al mundo educativo.
A la hora de entenderlos diferentes sistemas que configuran nuestro Estado de Bienestar, y a pesar de que las políticas son sectoriales y universales, cada sistema se encarga de un bien. Así pues, el sistema sanitario se encarga de la salud, el sistema educativo del aprendizaje, la política laboral del empleo, el departamento de vivienda del alojamiento, las políticas sociales se encargan de la interacción entre la autonomía funcional y la integración relacional (según el planteamiento de F. Fantova)…
Este sistema sectorial nos ha permitido generar recursos de asistencia a la ciudadanía especializados y de calidad, pero encuentra dificultades a la hora de abordar situaciones complejas, sobre todo en relación a aquellos perfiles de personas más vulnerables. Así que en no pocas ocasiones son los sistemas sociales los que entran en diálogo con los demás sistemas para tejer una red de protección, generando así espacios híbridos de los que hablábamos más arriba y que configuran nuevos espacios: el espacio sociosanitario, el socioeducativo, el sociojurídico…
Desde esta clave de integración de sistemas encuadramos en la actualidad el Centro Educativo Terapeútico San Mamés.
Dando un paso más en esta reflexión, y tras la experiencia adquirida en estos años, quizá podamos sistematizar algunas claves que hemos ido descubriendo en el día a día y que nos inducen a pensar que quizé nuestro modelo es replicable y escalable dentro de la propia propuesta educativa reglada de Secundaria.
Un centro educativo/terapeútico se asienta sobre un equipo multidisciplinar: la propuesta no es que la o las figuras psicoterapeúticas intervengan al margen del equipo (terapeutas EN el centro), sino que sean parte del mismo (terapeutas DEL centro), entendiendo que la intervención es del equipo y se traduce en diferentes niveles y espacios para cada uno de los diferentes profesionales. Así pues, si el equipo trabaja con una hipótesis compartida y con una determinada línea de trabajo, cada figura del mismo intervendrá en el nivel y espacio que le corresponda pero siguiendo un plan individualizado para cada alumno/a. En este sentido es clave la coordinación y el trabajo en equipo de cara a desarrollar planes de trabajo integrales que aborden aspectos diversos (la esfera emocional, la familia, el curriculum formativo, las competencias relaciones, posibles dificultades cognitivas, la relación con los servicios sociales,…) ntendemos que la forma de llegar a intervenir con cada uno de estos alumnos y alumnas supera la intervención psicoterapeútica convencional, sobre todo en aquellos casos en que el alumno/a rechaza la intervención, o existen dificultades de abordaje, absentismo….
El abordaje es «ecológico» y multinivel. En relación al punto anterior, entendemos la intervención a diferentes niveles: con el alumnado, sus familias, y con la red de interventores que operan con el o la adolescente. En este sentido, creemos que la potencialidad de un centro educativo/terapeútico se halla en la intervención multinivel. La realidad del alumnado vulnerable justifica una intervención integral efectiva entre agentes, de modo que podamos construir hipótesis compartidas comunes que puedan afinarse en el tiempo.
Un centro que trabaja en red: La mayor dificultad en este sentido la hemos encontrado en el trabajo conjunto con otros interventores. Desde ahí creemos que sería bueno profundizar en este trabajo conjunto. Más abajo planteamos una reflexión sobre el trabajo en red que queremos trasladar a su vez al a las instituciones, desde la trascendencia que tienen para operativizar programas de trabajo en red que aumenten el nivel de eficacia en el abordaje con perfiles vulnerables de alumnado como los que tenemos.
Un centro que trabaja con las familias: La casuística que encontramos en el centro tiene un claro transfondo familiar. Creemos de hecho, desde una perspectiva relacional de la salud mental, que es en el marco de las relaciones en la familia desde donde son gestados no pocas dificultades relacionadas con el TDAH, absentismo, comportamientos disruptivos… Desde esta clave de interpretación hemos apostado por una modalidad de intervención donde el trabajo familiar tiene un especial relevancia; así pues el trabajo en terapia familiar, las citas terapeúticas con los padres y madres, las citas conjutnas entre tutor, terapeuta y familia, así como el grupo de padres y madres han complementado y optimizado la labor educativo/terapeútica, convirtiendo al propio centro en un espacio de trabajo familiar. Así pues, convertimos el espacio del centro en un espacio cuyos protagonistas no son solamente los alumnos y alumnas. Para que este proceso de “abrir hueco a la palabra” fructifique es absolutamente necesaria la implicación de las familias y el trabajo con las mismas en tanto en cuanto fuera posible, desde la redefinición de los comportamientos adolescentes y la atribución del significado que se les otorga.
Los “espacios blandos” transversales: Entendiendo el centro como un espacio en el que todo lo que sucede es “material de trabajo”, donde cualquier conducta puede profundizarse a diferentes niveles, podemos encontrar a alumnos que participan directamente de procesos terapeúticos, otros más que participan de actividades puntuales como talleres, u otros e cuyo caso la intervención puntual de un profesional del centro le proporciona un “espacio blando” donde el alumno/a pueda dedicar un tiempo a elaborar, a pensar, a profundizar sobre lo que le está pasando.
Los procesos de acompañamiento son a medio plazo. En el trabajo terapeútico con adolescentes con los perfiles que presentan el tiempo es una clave fundamental para cultivar el vínculo, desarrollar aspectos madurativos, que puedan experimentar la permanencia de figuras adultas de referencia… Creemos que la duración de un centro eficaz debiera de ser largo, y que cubriera toda la etapa adolescente del alumno/a, como podría corresponderse con los años de la educación secundaria obligatoria.
Un centro de referencia que motiva la asistencia del alumnado: En este sentido, creemos que un centro de estas características puede proporcionar a adolescentes con problemas en sus relaciones de apego, fomentar un espacio de referencia donde vincularse de otro modo con personas adultas acompañantes en sus procesos de formación y adultez. Como conlcusión a un centro que trabaja con las familias, que interviene en red, que escucha las dificultades del alumnado, que le ofrece diferentes modos de vinculación… no podríamos acercarnos a ser un centro que termine con el problema del absentismo escolar?
[1] “Alumnado con dificultades de regulación del comportamiento” Enric Bolea y Adela Gallardo. Colección Escuela Inclusiva. Ed. Grao. 2012.