Incluimos un post que publicamos en el blog de la Comisión Antisida de Bizkaia( http://blogs.vidasolidaria.com/comision-antisida-bizkaia/2014/08/13/la-narcosala-dias-del-futuro-pasado/) en Agosto.
Desde el momento en que son escritas estas líneas poco importa ya como fue que paso. Poco importan las negociaciones, los flecos sueltos, las responsabilidades sobre cómo fue. El asunto es que sucedió.
La sala de consumo supervisado de Bilbao fue cerrada en Diciembre de 2014.
Un proyecto que consiguió ganarse el respeto y la valoración de personas usuarias, vecinos y vecinas del barrio, así como el prestigio de ser un auténtico proyecto de innovación social.
La Narcosala, que se había convertido durante esos años en un auténtico “territorio de frontera” donde aportar un granito de humanidad a personas que la habían perdido, de repente se cerró.
A partir de entonces, recuerdo volver a ver de nuevo personas drogandose en las calles, el aumento de las muertes por sobredosis en condiciones insalubres, el recuerdo de lo que fue la estación de la Naja (que cayó durante largo tiempo en el olvido…).
Pero sobre todo recuerdo otras muertes. Menos concretas y dolorosas quizá, y seguramente menos importantes, claro. Se nos murieron unas cuantas ideas sobre la salud, sobre lo social… Y las que quedaron vivas empezaron a deambularnos buscándose la vida… Ideas-yonki que empezaron a molestarnos…
Y ya nadie se atrevió a hablar de emprendizaje social, y pasó de moda cualquier mención en congreso o conferencia sobre el espacio sociosanitario.
También se volvió yonki la idea de la integración de la red de salud mental y la de toxicomanias. Se perdió la oportunidad de trenzar ambas redes, que quizá nunca debieron estar separadas. Perdieron su oportunidad ambas de aprender la una de la otra. Igual que lo fue la de una sanidad pública que no dejara fuera a nadie. Y sin excusas. Volvimos a olvidar que los peores recortes fueron los recortes éticos, que el neoliberalismo triunfó en el mismo momento en que empezamos a regirnos por la lógica del beneficio económico. Se hizo el silencio, y se dejó de hablar de ellas.
Si bien es cierto que nuestra sociedad del Bienestar se basa en su capacidad de integrar a todas las personas, no es menos cierto que en el reconocimiento de su fracaso, quizá su salvación se encuentre en el modo en cómo trata a los últimos, a los que no tolera, a los que no es capaz de integrar.
Y el cierre de la Narco, terminó con esta idea. De alguna manera fue la puntilla de aquella mal llamada crisis, se conquisto nuestra última trinchera de dignidad como sociedad, como ciudadanía.
(Nunca me gusto la idea de “baja exigencia”. Nos confrontaba con la pregunta sobre quiénes éramos para exigir nada, y además, que criterio es ese de alto o bajo en lo que tiene que ver con lo que alguien necesita para estar mejor? ¿No era acaso el espacio de la Narco un buen apoyo individualizado, una muy buena adaptación curricular, un buen tratamiento a medida, un espacio de salud pública, el mejor trato personalizado? ¿No se trataba de lograr mejorar la salud de una parte de la población, sin juicios, ni exigencias?)
Y fue consagrada, pues, la idea de la redención individual, dejo de ser parte de la agenda de salud pública, se volvió a releer la toxicomanía en términos moralizantes, y de nuevo se les comenzó a a etiquetar a estas personas de viciosas, de maleantes. Volvió el recelo, la desconfianza, el miedo… Con el cierre de la Narco algo se nos cerró por dentro.
Iñaki García Maza, psicólogo y psicoterapeuta.