Como en tantos otros espacios la crisis ha llegado para instalarse en el mundo de la intervención social.
Creo que esto es así no solo por una mera cuestión presupuestaria, debid a los recortes, sino porque esta crisis está empezando a cambiar el paradigma, esto es, nuestra forma de mirar la realidad a un nivel comunitario.
Lo cierto es que tal y como predecía acertadamente Bauman, nos hallamos en un nuevo tiempo “líquido” donde las grandes certezas, esto es, nuestras instituciones, nuestros sistemas de protección, la cultura de masas, el modo en que concebíamos Internet, el modo en que nos relacionábamos con las fuentes de producción, en cómo concebíamos las relaciones laborales han cambiado, o mejor están en un proceso de cambio, hasta el punto en que solo tenemos certeza de una incertidumbre de la que no sabemos cómo resolver.
Este proceso en que creo que estamos inmersos como sociedad occidental europea, no es ajena a nuestro modo de entender también la intervención social.
Bajo mi punto de vista este cambio de paradigma a nivel socioeconómico y cultural afecta de lleno en cómo entendemos nuestro trabajo.
Apunto aquí algunas reflexiones surgidas al calor del encuentro con una realidad que nos empieza a generar dudas y algún que otro conflicto sobre nuestra manera de colocarnos ante el mundo, ante el Otro, y en concreto ante las personas que participan de nuestros recursos.
La crisis como oportunidad para resituarnos.
Después de un tiempo donde presupuestariamente podíamos dedicarnos a gestionar de modo más “abundante” nuestros recursos, y donde en muchos casos nos convertimos en gestores de ayudas nos llega el tiempo de resituar la acción social, dentro de los parámetros de la que surgió.
Un proceso de inclusión social pasa necesariamente por plantearse algo mucho más allá que gestionar una ayuda económica o cualquier otro recurso de protección, por necesaria que en muchos casos sea.
De hecho, tras este tiempo donde muchos perfiles profesionales nos hemos habituado a la gestión de recursos, quizá nos llegue el momento de resituarnos ante un tiempo de escasez, desde el reconocimiento del sufrimiento del Otro, para poder acompañarle.
En el otrora tiempo de la abundancia quizá nos hayamos acomododado en un rol excesivamente omnipotente que en muchos casos ha generado posiciones dependientes por parte de las personas que atendíamos, desde un nivel de eficacia y desde unas claves de gestión desde las cuales quizá ahora no podamos (o debamos) intervenir.
En muchas ocasiones hemos duplicado los usos administrativos para crear una especie de administración de proximidad, sin duda muy ágil, flexible y eficaz, que respaldada por estructuras maduras de gestión han sabido gestionar de una forma muy adecuada, pero quizá perdiendo las claves humanas del acompañamiento, que fueron las que se encontraban en el origen de no pocas de nuestras organizaciones.
Tejiendo redes solidarias, (más allá de las 2.0).
Me parece muy interesante y estimulante la reflexión de las redes sociales como proyección comunitaria.
Creo que de alguna manera las redes sociales ponen de manifiesto de modo creativo nuestra necesidad de enraizamiento en la comunidad, tras el telón de fondo de una sociedad complejizada e individualista.
Así pues, quizá podamos aprender de este modo, a redescubrir el valor de las redes solidarias, donde antaño las necesidades personales alcanzaban respuesta dentro de la familia, el vecindario, el barrio.
¿De qué manera ante un escenario donde la administración se repliega, podemos tejer redes solidarias donde podamos acompañar y proteger a nuestras personas usuarias, trabajando para su autonomía e integración?
Se están generando movimientos alternativos a la necesidad de financiación “tradicional” que para mí alumbran un interesante horizonte…
A nivel interno.
Otra afección de la liquidez externa es el conflicto con la solidez interna donde muchas de las estructuras de gestión, importadas del mundo empresarial, han comenzado a desquebrajarse como las columnas de una casa frente a un terremoto.
Quizá en este momento donde los tiempos exigen flexibilidad y creatividad, no para ser originales y divertidos, sino para adaptarnos a los cambios sin perder el sentido de nuestras entidades, cabe preguntarse hasta qué punto ahora que teníamos las respuestas nos han cambiado las preguntas, o hasta qué punto no necesitamos un tipo de gestión específica de lo social que posiblemente tenga que ver con estructuras en red y con menos estructuras rigidificadas , que nos permitan mayor velocidad y efectividad en las respuestas, trascendiendo modelos de competitividad y gestión más propias del mundo empresarial y que probablemente hayamos introyectado sin haber digerido lo suficiente.
En este sentido no solo necesitemos nuevas claves para la obtención de recursos sino sobre todo nuevas formas de colaboración social e implicación de la comunidad, volviendo a recuperar la comunitariedad por encima de la sospecha y el miedo ante el Otro.
Insatisfacción.
A su vez, creo que vuelven los tiempos de la contestación y movilización social como fuerzas que puedan ayudarnos a conectarnos con la primera fuerza desde la que emprendimos nuestros primeros pasos como lo que ahora conocemos como tercer sector, y que fueron respuestas de auténtica innovación social ante problemas no resueltos como un gigantesco ajuste creativo ante la insatisfacción ante una realidad que decidimos transformar.
Frente a la necesidad imperiosa de resituarnos ante el principio de realidad en que nos encontramos no maduraremos como tercer sector en tanto en cuanto no recuperemos las herramientas para intervenir ante la misma.
Así como la adultez no solo llega cuando la persona comienza a asumir su propia realidad, sino que sobre todo cuando aprende como intervenir sobre ella, tampoco como tercer sector lo haremos si nos contagiamos de la indefensión aprendida en que estos tiempos crisentos parecen querer abocarnos.
Me parece que parte de la respuesta se encuentra en este diálogo entre la adaptación flexible y la denuncia transformadora a modo de ajuste creativo que nos permita reconectarnos con nuestra fuente inicial para poder crecer.
Iñaki García Maza