Escribimos estas líneas cuando hace un año de pandemia y del confinamiento global que supuso en la práctica el final del mundo tal y como lo conocíamos.
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Un año de pandemia: ¿cómo hemos cambiado en Erain?
Frente al impacto que supuso la medida de quedarse en casa, nos retiramos y frente al shock transitamos de lo presencial a otros medios, a otras formas de encuentro. Llamadas telefónicas, videollamadas, sesiones de zoom… la idea era mantener la atención de Erain desde nuestras casas… bajo la idea de seguir sosteniendo, de brindar espacios a tantas personas que ya venían de la vulnerabilidad y que intuían que todo se les venía abajo… de nuevo.
Redescubrimos la importancia del equipo, de ser un grupo de terapeutas que necesitábamos darnos sostén entre nosotras para brindar sostén hacia afuera.
Proyectos nacidos durante la pandemia
Con todo esto, nos pusimos manos a la obra para colaborar en la puesta en marcha de nuevos dispositivos de apoyo.En un año de pandemia, hemos implementado 5 hogares, con unas 23 plazas para mujeres supervivientes a la violencia machista y para personas migrantes en situación de sinhogarismo y con problemáticas con consumos de drogas y de salud mental.
A su vez, desarrollamos el programa Elkarzain para brindar un apoyo psicoterapeútico a profesionales del ámbito sanitario, sociosanitario y de la intervención social, que tanto están sufriendo durante este largo y pesado año.
Hemos triplicado las personas atendidas, dando cuenta de los nuevos malestares que la pandemia y las políticas de contención de las mismas nos han traído.
No nos sentimos muy cómodas con el concepto de fatiga pandémica porque vuelve a caer en la tentación de patologizar el ajuste a una nueva realidad que estamos viviendo, y que simplifica en exceso lo que nos está sucediendo.
En este sentido, entendemos que es importante hablar del virus por un lado y de las medidas de contención del mismo, por otro.
Consecuencias del coronavirus en la salud mental comunitaria
El miedo a enfermar y a morir ha supuesto un grave aumento de problemas de ansiedad, debido en parte a una política basada en el miedo y la persecución, y promovida especialmente desde los medios de comunicación.
Por otro lado, las medidas contra la expansión del virus han conllevado la perdida de nuestras relaciones básicas, así como los ritos sociales que regulaban nuestra vida comunitaria. Como consecuencia de ello hemos perdido el deseo y estamos más tristes.
A pesar de que hay personas que han reducido el estrés en sus vidas, la incertidumbre ante el futuro está siendo devastadora.
Estamos viendo duelos sin resolver, despedidas que no han podido darse.
Por otro lado, la crisis provocada por un año de pandemia está suponiendo un impacto brutal sobre las clases populares, especialmente entre las capas más vulnerables como son las mujeres, las personas migrantes y en la juventud.
Han aumentado las situaciones de violencia machista, así como nuestros niveles de frustración e ira, como hemos visto en las calles este último tiempo, relacionado con el malestar que está suponiendo tanto tiempo de pandemia, que no ha hecho otra cosa que agudizar las contradicciones del sistema, como estamos viendo con la gestión de las vacunas, o en el clima político actual.
Relación entre políticas sociales y salud mental
Advertimos también la importancia que le están dando los medios de comunicación a la salud mental: se empieza a hablar de la “cuarta ola”.
En relación a esta preocupación, entendemos que, sin perjuicio de subrayar la importancia de la presencia de psicólogos y psicólogas en los recursos públicos de salud mental, la clave está en las políticas sociales que necesitamos urgentemente poner en marcha para frenar la desigualdad (con la que ya convivíamos antes de la irrupción del virus) así como en la necesidad de volver a rearmar los dispositivos públicos de salud y de servicios sociales.
Solo desde una política social redistributiva y de reconocimiento de los derechos de las diferencias podemos construir comunidades mentalmente saludables.